Soy Carl, El Rey de los Patos

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Soy Carl, el Rey de los Patos

(Basado en una historia del foro 4Chan)

Por Alexandro Fabiano

Mi nombre es Carl y tengo 24 años. Vivo en un departamento con vista al lago.

Un día normal de mi aburrida y pesada vida decido tomar aire al balcón y al hacerlo me doy cuenta que en el sucio lago que esta frente a mi ventana hay una bandada de patos. Solo por capricho les tiro unas galletas viejas a los animalejos. Los malditos se las comen graznando pidiendo más. Soy Carl, el Rey de los Patos.

Al otro día, luego una pesada jornada laboral, compro un poco de pan para dársela a los patos del lago. Solo por deporte decido nuevamente darles de comer. Al hacer esto los patos se apelotonan en bandada devorando todo a su paso. Me siento extraño al hacer esto. Por primera vez en mi vida siento que algo llena un vacío que tengo. Soy Carl, el Rey de los Patos.

Al día siguiente y sin olivarme de mis súbditos decido conglomerarlos bajo mi ventana para el festín diario. A medida que les tiro el pan se acercan y me reverencian como lo que soy. Soy Carl, el Rey de los Patos.

Otro día pasa y vuelvo a llamar a mis súbditos para el festín diario, sin embargo me doy cuenta que dos niños están alimentando a mis patos. Esos malditos mocosos no van a hacerme abdicar el trono. Tengo que hacer algo para detenerlos. Rápidamente corro a la cocina y corto un pan que tenía guardado usando el cuchillo de carnicero. Casi sin darme cuenta me hago un corte en el dedo anular, haciendo que el pan se bañara con un poco de mi sangre. Pensándolo bien es una buena idea impregnar el pan con mi sangre azul, para que esos patos sepan a quien tienen que servir. Sin pensarlo mucho me corto la falange del dedo y la hago un puré humano para mezclarlo con el pan. El dolor es intenso pero sé que esto es para un propósito mayor. Mezclo todo en una masa uniforme y rosada.

Esos malditos niños siguen robándome seguidores así que al grito de “SOY CARL, EL REY DE LOS PATOS”, tiro los pedazos ensangrentados sobre sus mugrosas cabezas.

El horror se desata casi de inmediato.

Al hacer esto los animales instintivamente entienden mi mensaje. Se abalanzan sobre los infantes picoteándolos por todos lados. Son tantos los patos, que los niños apenas pueden escapar de sus graznidos y picotazos. Los animales frenéticos de sangre humana picotean sin cesar hasta hacerlos sangrar para satisfacer su insaciable sed. A la niña le arrancan la oreja izquierda dejando solo un agujero sangriento mezclado con cera. El otro niño sufre picaduras en los ojos dejándolo casi ciego y a la merced de los animales. Sus cuencas se llenan de dolor y sangre. Sus gritos de horror se hunden entre los graznidos. Al parecer los padres que están cerca no pueden reaccionar lo sufrientemente rápido, victimas del horror que estaban presenciando. Están paralizados.

La policía llega con sus armas arcaicas y empiezan a matar algunos de mis súbditos para rescatar a los niños. Estos están ensangrentados y traumados. Hoy aprendieron una lección que jamás olvidaran en sus inútiles vidas.

Inmediatamente me retiro de la ventana para no ser visto y en la oscuridad de mi habitación me rio en voz baja.

Soy Carl, el Rey de los Patos.

Fin.

Miedo a la oscuridad

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Por Alexandro Faviano

De noche no podía pegar un ojo porque mi miedo a la oscuridad pasó de ser un miedo infantil a una horrenda pesadilla viviente. Cada vez que se apagaban las luces podía sentir a las criaturas acechando en la oscuridad. No podía ni siquiera ir al baño del miedo. ¡Por Dios! El sonido que provenía de sus aletargadas gargantas era insoportable y hacía que mi sangre se congelara.

Lamentablemente una noche se había cortado la luz de toda la casa y fue en ese momento cuando las criaturas empezaron a salir de las sombras gimiendo, arrastrándose por los pasillos y rasguñando las paredes. Del miedo me tuve que tapar con la frazada hasta la cabeza. Al principio empecé a escuchar los pasos por el pasillo y luego dentro de mi habitación. Mi vejiga no pudo contener el miedo e hizo salir un poco de orín por mis pantalones.

Cuando quise enfrentarme a mis horrores, lo único que pude ver fueron sus horribles rostros  fantasmales. Seres desfigurados, almas en pena suplicando ser salvados. Uno estaba en mirando a la pared golpeándose la cabeza con una especie de martillo. Su sangre rebotaba una y otra vez. Otro, que no tenía piernas, se arrastraba gimiendo del dolor, sin embargo en vez de hacerlo por el suelo lo hacía sobre el techo. Otro que parecía una niña pequeña, estaba en la esquina gimiendo y balbuceando algo que parecían ser súplicas. Cuando se dio vuelva para mirarme noté con horror que no tenia ojos y que de su boca salía hilos de sangre oscura y seca. Las criaturas estaban acechando por toda la habitación y yo no lo podía soportar más. Justo en ese momento recordé que tenía una botella de agua bendita que le había pedido al padre Pedro el otro día. Cuando saque el brazo para abrir el cajón algo me mordió arrancándome un pedazo de piel. El dolor era muy real, sin embargo tenía que intentarlo nuevamente. Tome coraje nuevamente y agarré la botella. Rápidamente me rocié entero con la sensación de sentir un olor extraño. Juraría que me sentía a salvo empapado completamente con la bendición del Señor. Me levanté de golpe para tratar de salir de la habitación, mientras las criaturas fantasmales pululaban por la todos lados. Lamentablemente necesitaba más que eso para darme valor. Con la última gota de valentía recordé también que tenía una vela que había robado del atril de la Virgen María. Me dispuse a encenderla para poder ahuyentar a los espectros. Con el brazo sano abrí el cajón y de golpe sentí como si algo lechoso me rosaba. Eso me puso la piel de gallina pero finalmente cumplí mi cometido.

En el segundo que el encendedor pestañeo, una llamarada me envolvió completamente. Al principio no entendía lo que estaba pasando pero a medida que el fuego comenzó a tomar forma me di cuenta que me estaba prendiendo por completo. Mi carne se consumía más rápido que mis pensamientos y no podía entender porque estaba pasando eso. En un segundo de lucidez, me arrastré sobre el suelo para apagar las llamas pero era imposible. Sin querer golpeé con mi carne casi consumida la mesa de luz y la botella de agua bendita cayó al sueldo. Antes que el fuego terminara de achicharrar mis corneas pude ver la etiqueta de la botella que decía “Ron Bacardi 151  – Beber con moderación – Graduación alcohólica 75%”.

Fin

El Ritual

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Por Alexandro Faviano

Todo estaba listo para comenzar el ritual. Javier lo estuvo esperando durante mucho tiempo. Había hecho muchas cosas horribles en “Su” nombre. El último acto de salvajismo lo tuvo con una chica, a la cual luego de violar, le arrancó la piel como si fuera una oveja. Todavía podía saborear el olor a carne recién cortada. Su víctima reducida a músculos retorciéndose de dolor. Todo eso en “Su” nombre. Ya no podía esperar más.

El ritual había empezado. El sacerdote llamó al demonio:

-“Caacrinolas, hazte presente y muéstrate” – grito.

En ese instante Javier comienzo a sentir un hormigueo debajo de la piel. Cuando Caacrinolas tomo su cuerpo, los ojos se le dieron vuelta. Un movimiento involuntario  hizo que su columna vertebral crujiera. Sus extremidades se retorcieron hacia atrás e impulsivamente vomito de sangre. Algo no estaba saliendo como lo esperaba.

Cualquiera pensaría que esto era un exorcismo. El sacerdote y el exorcizado. Sin embargo la escena era radicalmente distinta. Javier no quería expulsar al demonio, quería introducirlo. Buscaba la vida eterna y los placeres de la carne, pero cuando el demonio es invocado por su nombre ya no hay vuelta atrás.

El demonio había tomado control y no tenía intenciones de soltarlo. Inmediatamente tomo un cuchillo y se lo clavó en el estomago al sacerdote satánico. Con un giro de su muñeca hizo un tajo dejando caer las tripas al suelo. Javier trató de tomar control pero no pudo. De su boca comenzó a sonar la voz gutural de Caacrinolas diciendo:

-“¿Qué esperáis? ¿Vida eterna, sabiduría y placer? El único placer que te voy a dar es el dolor eterno.”-

Dicho esto Caacrinolas tomo las tripas del fallecido sacerdote y empezó su festín caníbal. Mientras Javier sentía que los intestinos se atoraban en su garganta, pudo escuchar los gritos del infierno reclamando su nombre por toda la eternidad.

Fin

Infeliz año nuevo

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Por Alexandro Faviano

Ya no soporto más esta familia. Son todos unos falsos hipócritas. Paso demasiado tiempo tratando de aguantar a estos mediocres y no veo el día de poder quitármelos de encima. Estas fiestas son el símbolo de la mediocridad y cada segundo que paso sentado en esta mesa me revuelve el estomago. Malditos chupasangres, no son más que una manga de inútiles que no sirven para nada. Ya les llegará la hora. Es hora de pagar por todos sus pecados.

Mi mujer es una maldita perra. No la soporto más y no veo la hora de hacerla desaparecer. Sé que me engaña con mi propio hermano, la muy maldita. ¡Ohh…! pero todo llega a si fin. Cuando las agujas del reloj marquen las 12:00 de la noche voy a festejar el año nuevo. El mejor año nuevo que haya tenido en mi vida. Para ella tengo preparado algo muy especial. El cuchillo rompe huesos es ideal para cortarla en pedacitos y repartirla por todo el suelo. Primero voy a empezar por las piernas para que no pueda escapar a la inevitable levedad de su ser. Luego voy a seguir con los brazos para que no pueda ni arrastrarse y mientras se resbale con sus propios jugos, voy a cortarle la cabeza para que pueda verse a sí misma desmembrada. ¡Maldita perra!
Mis hijos son dos cuervos que solo quieren que me muera para tener todo mi dinero. Inútiles y buenos para nada, ninguno de los dos tiene empleo y estoy cansado de aguantarlos zumbando como moscas en mi casa. Es hora de terminar con este cáncer. Hay que extirparlo de raíz.

Mi hijo es un drogadicto de primera y sé que me ha robado mis ahorros para conseguir su porquería. Varias veces lo vi tirado en el baño tragándose su propia saliva cuando se inyecta la droga por sus venas. Merece la muerte.

Mi hija no es más que otra zorra. Sé que se acuesta con todo el barrio a cambio de favores para drogarse. Me entere que tuvo que practicarse un aborto porque la muy tonta no sabe cuidarse. Cada vez que salgo de mi casa siento la mirada acusadora de los vecinos que dicen –“Ahí va el padre de la zorra del barrio “.
Cuando acabe con ellos van a arrepentirse de haber nacido. La pistola que compre tiene el calibre ideal para volarle los sesos a ambos. Estoy esperando que sean las 12:00 para poder regar sus atontados cerebros por el piso de la cocina. Con el ruido de los festejos nadie va a sospechar de los disparos. Primero voy a poner el arma en la boca de mi hijo para que suplique por su vida antes de hacerle un agujero. Para mi querida hija tengo algo especial que incluye un tiro en el útero para que entienda a través del dolor, que no va a poder acostarse nunca más con nadie. Mientras se retuerza del dolor voy a volarle la cabeza, para ponerle fin a su miserable vida, cual perro con rabia.

Mi suegra es todo un caso. Siempre me odió y nunca oculto decirlo. No soporto su extrema obesidad ni su aliento de cerdo. Sus dientes desechos son el reflejo de años de comer porquerías. Para ella tengo justo lo que necesita. Le voy a hacer una liposucción con el taladro. Antes que se muera desangrada le voy a sacar toda la grasa de su maldito cuerpo. Ojala pueda hacérsela comer para que sienta lo repulsiva que es.

Por último, mí querido hermano. Siempre se aprovecho de mí desde que éramos niños y ahora no solo me roba mi dinero sino que se acuesta con mi esposa. Inclusive he escuchado rumores de que también se acostó con mi hija. ¡Maldito infeliz! ¡Qué final te espera! El hacha que tengo en mi habitación esta afilada especialmente para ti. Le voy a martillar tanto la cabeza que nadie va a poder reconocer el cadáver cuando lo encuentren. Esa sonrisa falsa y burlona tiene los días contados. Ya me lo imagino todo ensangrentado tragándose su propia sangre. ¡Vas a pagar por todo! ¡Todos van a pagar por lo que me hacen todos los días! Van a pagar por lo que son. Horribles criaturas que no merecen la vida.

Cuando suene las 12:00 de la noche y la gente este festejando, yo voy a estar revolcándome en la sangre de mis parientes, festejando mi propio año nuevo. Mi regalo de navidad va a ser las entrañas de mi familia, mezcladas con lágrimas de sangre y dolor.
Ya casi son las 12:00. El momento se acerca. Voy a seguir pretendiendo que somos una familia normal. Tengo todo preparado para hacer de esta cena de fin de año un festín del horror.
Levantamos la copa para celebrar la mediocridad. Malditos gusanos.

….

Algo anda mal… No me siento bien. Mi estomago se me dio vuelta. ¡Algo está mal! Al momento de tragar de mi copa siento que el mundo me da vueltas. No puedo mantenerme de pie y pierdo el equilibrio. Caigo al suelo y veo que mi mano tira el vaso al suelo. La copa cae justo frente a mis ojos y puedo ver que el contenido hace humo cuando toca el piso. ¡Malditos asesinos! Tenían todo preparado. Se me adelantaron. ¡No lo puedo creer! Trato de mantener la cordura, pero siento que mis pensamientos se me escurren detrás de mi cabeza. La vida se me escapa despacito mientras cierro los ojos. Puedo verlos parados festejando. Malditos, me ganaron de mano.

Fin

El Elegido (Mundo Dune)

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Tras varios años de recolectar la especia melange con el método tradicional, el barón Vladimir Harkonnen había encontrado una manera menos ortodoxa, pero más eficiente de obtener la preciada droga. Utilizando una nueva máquina, provista por sus aliados de la casa Moritani, sometía a los fremen a lo que él llama “La extracción”. Se decía que los fremen contenían la especia melange en su sangre, producto de la exposición a la droga. Basándose en esa teoría, los Harkonnen habían estado cazándolos para cultivarlos. Las víctimas eran atravesadas por miles de agujas, extrayendo la especia melange directamente de su flujo sanguíneo. Lamentablemente este procedimiento tenía un gran problema. Ningún fremen sobrevivía para una segunda extracción.

Un día un joven llamó mucho la atención de los Harkonnen por sus altos niveles en sangre. Cuando lo capturaron pensaron que habían encontrado una fuente inagotable de melange. Fue tanta la excitación que el mismísimo barón Vladimir Harkonnen quiso presenciar personalmente el procedimiento. Cuando la maquina comenzó la extracción todo parecía normal, sin embargo el joven fremen empezó a gritar de una manera casi inhumana. El sonido de su voz era insoportable
y estaba a punto de sobrecargar la maquina. Era tan agudo y tan alto que resquebrajaba las paredes del palacio. Inmediatamente un temblor azotó la habitación provocando que el piso se abriera en dos. Justo a los pies del barón un gigantesco gusano de arena se había asomado. Con sus fauces abiertas comenzó a devorarlo todo. El pobre barón no tuvo oportunidad. La enorme bestia se lo engulló entero junto con su preciada máquina. El joven fremen se quedo tendido en el piso sin comprender lo que había pasado. Sin embargo sus compañeros, que habían presenciado el imponente espectáculo, sabían exactamente quién era. Este joven era al que habían esperado tantos años. Este joven era el “elegido”.

Fin

El Yo interior

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Lo que se transcribe a continuación es una serie de llamadas al 911 que se recibieron el 31 de Octubre de 2006. Lo curioso de estas llamadas fue que se realizaron el mismo día, con 30 minutos de diferencia y desde el mismo lugar. Este caso es uno de los enigmas policiacos más siniestros desde que se inauguró la línea de emergencias 911.
Por favor leer con atención:

2:00 AM

Operadora: “911, ¿Dónde es su emergencia?”
Niña: “Por favor ayúdenme, tengo mucho miedo”
Operadora: “¿De dónde estás llamando?”
Niña: “Estoy en mi casa encerrada en el armario con Tobías”
Operadora: “¿Qué sucede? ¿Cuál es la emergencia?
Niña: “Él quiere matarnos. Nos está buscando y nos va a matar”
Operadora “¿Quién te quiere matar?
Niña: “Mi padre….. Tengo mucho miedo. ¡Por favor ayúdenme!”
Operadora: “Ok. Por favor quédate en donde estas. No salgas. ¿Estás bien?”
Niña: “Si, pero tengo miedo que nos encuentre. Dijo que quiere comer mi alma. Tengo miedo”
Operadora: “No tengas miedo. Yo estoy aquí para ayudarte. ¿Sabes la dirección de tu casas?”
Niña: “… no me acuerdo.. Tengo miedo. Esta cerca, lo puedo sentir”.
Operadora: “¿Te acuerdas el número de teléfono? Te voy a mandar ayuda”
Niña: “……shhhh.. esta cerca…”
Operadora: “¿Estas ahí?”
Niña: “ ….. “
Operadora: “¿Hola? ¿Sigues ahí?”
Niña: “ …. NOOOOO.. no me mates ¡POR FAVOR!…..”
Operadora: “¿Hola?”
Niña: “…. Me duele… arde…. No me mates…. ¡¡Por favor!!!”
(Fin de la llamada)

2:30 AM

Operadora: “911, ¿Cuál es su emergencia”
Hombre: “Acabo de matar a alguien”
Operadora: “¿Mato a alguien? ¿Cómo lo hizo?”
Hombre: “Con un cuchillo. La destripé como a un pez”
Operadora: “¿De dónde está llamando?”
Hombre: “Desde mi casa”
Operadora: “¿Sabe su número telefónico? Voy a mandar a alguien.”
Hombre: “No quiero que venga nadie. Yo no lo hice.”
Operadora: “Acaba de decirme que mato a alguien. ¿Ahora me dice que no lo hizo?”
Hombre: “Él me hizo hacerlo”
Operadora: “¿Quien es Él?”
Hombre: “Dios”
Operadora: “¿Dios le dijo que matara?”
Hombre: “Si. Yo soy solo un mensajero”
Operadora: “¿A quien mato?”
Hombre: “Acabo de matar a mi hija”
Operadora: “Ok, voy a mandar a alguien ¿Me podría decir su dirección?”
Hombre: “Dios está enojado conmigo. Quiere que me suicide”
Operadora: “Por favor, quédese en la línea.”
Hombre: “No puedo. Dios está enojado. Tengo que matarme por mis pecados. Soy un pecador”
Operadora: “No se mate por favor. Quédese en la línea. ¿Hay alguien más con usted?”
Hombre: “Mi Yo interior”
Operadora: “Por favor dígame su dirección así envío a alguien”
Hombre: “Dios me odia”
Operadora: “¿Hola?”
Hombre: “…… llévame contigo…”
(Fin de la llamada)

3:00 AM

Operadora: “911, ¿Cuál es la emergencia”
Hombre: “Acabo de provocar un accidente”
Operadora: “¿Dónde ocurrió el accidente?”
Hombre: “En una casa. Simplemente le dije que la matara y lo hizo.”
Operadora: “¿Qué matara a quien?”
Hombre: “A la niña”
Operadora: “Dígame su nombre por favor”
Hombre: “Soy Dios”
Operadora: “¿Usted es Dios? ¿Ese es su nombre?”
Hombre: “Yo no dije que era “el” Dios. Yo soy “un” Dios”
Operadora: “¿Usted no llamo hace un rato diciendo que había matado a una niña?”
Hombre: “Yo no llame. Le dije que la matara y la destripó.”
Operadora: “¿Usted no mato a nadie?”
Hombre: “Están todos los intestinos tirados por el piso. Por eso lo maté a él”.
Operadora: “¿Usted no mato a la niña?”
Hombre: “No, lo maté a él, de la misma manera que mato a la niña”
Operadora: “¿Y como lo hizo?”
Hombre: “Le saque los intestinos y me los comí”
Operadora: “Dígame su dirección envío ayuda”.
Hombre: “La dirección es Avenida Siempre Viva 666”
Operadora: “Ok. Quede conmigo en la línea. No cuelgue”
Hombre: “Es tarde. Me tengo que ir. Yo ya hice lo que tenía que hacer.”
Operadora: “Por favor no corte”
Hombre: “No hay nada que ustedes puedan hacer. Soy un Dios”
Operadora: “Si es Dios ¿porque mato a ese hombre?”
Hombre: “Ya le dije que no soy “el” Dios…. Soy “un” Dios. El Dios de la carne y el sacrificio.”
Operadora: “¿Me puede decir su nombre real?”
Hombre: “Tengo muchos nombres pero eso no importa”
Operadora: “No corte. Dígame su nombre por favor”
Hombre: “No tiene importancia. Lo que importa es mi Yo interior”
Operadora: “¿Qué significa eso? ¿Qué quiere decir?”
Hombre: “Le voy a dar una pista. Cuando vengan sus hombres podrán contemplar mi obra.”
Operadora: “¿Qué obra? ¿Qué hizo?”
Hombre: “Solo le voy a dar una pista….. Mamushka….”
(Fin de la llamada)

Al llegar al lugar, la policía se encontró con el cadáver de un hombre de 40 años. Éste estaba hinchado y muy deforme. Le faltaban los ojos y la lengua. Cuando lo levantaron para llevar a la morgue, sintieron que pesaba más de lo normal. Al comenzar la autopsia notaron que había sido abierto y cocido con alambres desde el cuello hasta la vejiga. El horror se hizo presente cuando el forense se dispuso a abrir las costuras. El cadáver no tenía intestinos ni órganos internos, en su lugar habían puesto otro cadáver. Como en un juego macabro alguien había puesto un cadáver dentro de otro. Cuando quisieron seguir con los análisis del segundo cadáver notaron que éste estaba hinchado en la parte del estomago. Al abrirlo se horrorizaron al encontrar el cadáver desfigurado de una niña de 10 años. Pero lo más espantoso fue que al analizar el cadáver de la niña notaron que no tenía ni corazón, ni pulmones. Cuando la abrieron encontraron en el interior de su pecho un muñeco de peluche que tenía una etiqueta con un nombre. Al limpiar la sangre se podía leer claramente “Tobías”.

Fin

Algo me sabe a ti

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Leonardo era un chico común de clase media alta. No tenía muchos amigos y era muy solitario. No era una persona que llamara la atención y a simple vista parecía una persona normal, salvo por un detalle. Leonardo practicaba el canibalismo. Durante su corta vida había sido responsable del asesinato y posterior desaparición de varias personas.

El canibalismo que practicaba Leonardo era un ritual. Él no devoraba a sus víctimas crudas, correando sangre y viseras por todos lados, sino que lo hacía de una manera civilizada. Leonardo practicaba el canibalismo culinario. Él tenía la convicción de que al hacerlo no solo satisfacía su instinto, sino que también absorbía los poderes de sus víctimas. Siempre se tomaba mucho tiempo para prepara sus platos y lo hacía con mucha paciencia y dedicación. Nunca comía solo. Siempre acompañado de sus víctimas, aunque sea en sus últimos momentos de agonía. Justo en ese momento en que se dan cuenta de que el plato principal son ellos.

Una de sus víctimas fue un compañero de futbol llamado Javier. Leonardo lo admiraba por su habilidad. Lamentablemente para Javier esa “sana” envidia termino en una invitación a cenar en su casa. Casi inmediatamente al entrar, Leonardo le inyecto un suero para dormir, dejándolo a su merced. Como lo que admiraba de Javier era su habilidad para el futbol, a Leonardo se le ocurrió cocinar “Piernas de Cordero al Horno”. Con la diferencia que no era cordero sino carne humana. Con la ayuda de un serrucho, comenzó a amputar las piernas de su víctima. Para evitar que esta falleciera desangrada, procedió a cauterizar las heridas con una plancha caliente. Al cabo de una hora, cuando el plato principal estaba servido, Javier se despertó. Este no entendía porque estaba atado a una silla de ruedas. Sin embargo sufrió un ataque de nervios, al ver que sus dos piernas habían sido amputadas. Solo pudo gritar, pero lo más aterrador fue cuando vio a Leonardo saborear algo que parecía ser un dedo de pie humano. Inmediatamente Javier falleció a causa del shock. Esa noche Leonardo se sentía más deportista que nunca.

Otra víctima se llamaba Raúl y fue compañero de la universidad. Leonardo lo admiraba por su inteligencia y era de esperarse, le había preparado una cena “especial”. Cuando Raúl llego, lo primero que hizo fue ofrecerle una copa de vino. Lamentablemente la copa contenía cloroformo provocando que Raúl se desplomara case inmediatamente. Leonardo sabía que podía disponer de su víctima para su arte culinario. Como lo que admiraba de Raúl era su inteligencia, había decidido hacer “Sesos Apanados”. Para ello y con la ayuda de algunas herramientas se dispuso a destapar el cráneo de su víctima, dejando al descubierto su cerebro. Con mucho cuidado tomo el cuchillo de pelar y comenzó a rebanar algunas fetas de su masa encefálica. Lamentablemente no podía comerse todo porque quería que Raúl lo acompañase en su festín caníbal. Al cabo de algunos minutos los platos estaban servidos y Raúl se había despertado. Debido a la falta de masa encefálica, este no parecía comprender lo que estaba sucediendo. No entendía porque tena un aparato ortopédico sujeto a su cuello. Tampoco podía hablar. Simplemente se digno a comer del plato que tenía delante de él. Lamentablemente antes de terminar el segundo bocado, Raúl se desplomó derramando lo que le quedaba de cerebro. Esa noche Leonardo se sentía más inteligente.

Su última víctima fue una chica muy hermosa que él admiraba por su belleza. Su nombre era Lucia. Al momento que entrar a su departamento, Leonardo trato de dormirla por la fuerza. Lamentablemente para él, las cosas no salieron como lo esperaba. En el medio del forcejeo Lucia hizo que ambos cayeran al suelo, con la mala fortuna que la jeringa fue a parar al brazo de Leonardo. Lucia se levantó desesperadamente y empezó a pedir ayuda a gritos. En su desesperación por salir, corrió hacia el lado contrario por donde habían entrado y se topo con una habitación cuadrada. Pensando en la salida, no tuvo mejor idea que abrir una puerta que tenía enfrente. El horror tiño todo de rojo sangre. Lo que había abierto no era una puerta normal, era de un refrigerador tipo comercial. Cuando comprendió lo que estaba viendo sus piernas se desplomaron. En el medio había varios cadáveres humanos colgados como si fueran reces. Algunos no tenían piernas y otros no tenían cabeza. Todos estaban abiertos al medio dejando entrever los pulmones y el estomago. Era como si lo hubieran fileteado para comer. Trato de volver sobre sus pasos pero una cabeza que se hallaba en el suelo le hizo perder el equilibrio. Al principio no quiso mirar pero la curiosidad pudo más que el horror. Al observar con mayor detenimiento noto que la cabeza había sido abierta y le faltaba un ojo. Sin embargo lo reconoció casi de inmediato. Era un novio que había tenido en la universidad. Se llamaba Raúl y había desparecido en circunstancias poco claras. De golpe, como un balde de agua helada, un recuerdo le recobró la memoria. Raúl le había comentado, antes de desaparecer, que tenía una cena con un amigo muy especial. Horrorizada trato de salir, pero con su taco piso el ojo perdido de Raúl. Instintivamente la repulsión la hizo vomitar.

Al salir del refrigerador algo hizo clic en la cabeza de Lucia. Con una furia casi inhumana se dispuso a vengar a su novio. Tomo a Leonardo de los pelos y lo ato a una silla. Aprovechando que estaba inconsciente Lucila empezó su festín de horror. Con la ayuda de un serrucho empezó a separar en partes a su víctima, asegurándose de que no muera desangrada. Al despertar Leonardo se encontró con una cena que distaba mucho de ser culinaria. Frente suyo había una cacerola llena de sangre y en ella nadaban lo que parecían ser sus dedos. Cuando trato de recordar lo que había pasado, vio a Lucia enfrente mirándolo directo a los ojos. Ella estaba comiendo desaforadamente. En su plato tenía algo del tamaño de un puño. Sea lo que fuere se contorsionaba y expulsaba sangre por sus arterias. Un reflejo lo hizo reaccionar y al tratar de ver su pecho, noto que tenía un agujero del tamaño de un plato. Lucila se estaba devorando su corazón con una hambruna caníbal. Mientras Leonardo perdía el conocimiento pudo escuchar una última frase:
–“Algo me sabe a ti”-

Fin

Cronestesia

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fisica29_04Estoy atrapado en el vagón del subte y todo está casi oscuro. Iluminado intermitentemente por las luces del túnel puedo ver a las criaturas arrastrándose para tratar de comerme. Lo sé porque siento su desesperación por la carne en sus ojos. Algunos no tienen dientes, otros no tienen manos, pero todos me desean como su alimento. Inmediatamente me paro de mi asiento y trato de huir rápidamente hacia el próximo vagón, pero la puerta está cerrada. Las criaturas se amontonan detrás mío motivadas por el canibalismo. Siento un fuerte olor a putrefacción que emana de sus cuerpos. Las arcadas son solo contenidas por el miedo. El miedo tomo por rehén a mis piernas y no me puedo mover. Las criaturas se acercan mientras emiten sonidos guturales. Uno de ellos me toma del tobillo y empieza a morder. Instintivamente la pateo y con mis uñas araño la puerta para tratar de escapar. Ahogándome en un grito de horror vuelvo a la realidad.

Cuando me doy vuelta todo el pasaje me está mirando. No entienden si estoy loco o sufro alguna descompensación pero se les nota en sus expresiones que están asustados. Ya no hay zombies, solo gente normal. Algunos están mirándome con miedo y otros con asombro. – Maldición – murmuro para mí mismo, mientras levanto mi mochila del piso. Trato de calmarme y me siento en el asiento cercano a la puerta. La persona que está sentada ahí se levanta inmediatamente como si tuviera miedo de contagiarse de alguna enfermedad. Siento algo de dolor en mi pierna y cuando levanto leventemente el pantalón puedo ver una mordida manchada con sangre. La señora que está sentada enfrente se tapa la boca del asco y trata de mirar para otro lado.

Otra vez otro desplazamiento temporal. Cronestesia me había dicho el psiquiatra la vez que lo consulté. Después de la primera sesión no fui más. La cosa es que estoy sufriendo estos desplazamientos temporales demasiado seguidos. No puedo vivir así. Estoy tomando un café y de pronto veo zombies por todos lados. Por lo poco que pude investigar les pasa a muchas personas, pero no creo que nadie sufra los lapsus temporales que yo estoy sufriendo. No sé realmente si son del pasado o del futuro, pero me aterran.

Cuando salgo del subte para ir a la superficie mi mente se nubla otra vez y empiezo a sentir ese cosquilleo que me invade el pecho antes de ser atacado por la cronestesia. Puedo escuchar a las criaturas caminar buscando su comida. Escucho a la policía llegar. Veo a un zombie que está persiguiendo a un niño y me escondo para no ser el postre de su festín. Finalmente lo atrapa y con horror observo cómo se lo están devorando. El primero lo muerde en el cuello, como si fuera un león atacando a una gacela. El otro le arranca un brazo. Puedo ver como la sangre brota a borbotones pero el niño todavía está vivo, gritando de terror. Otro zombie excitado por el olor a muerte, le mete la mano en el estomago y tira del los intestinos. Metros y metros de órganos salen expulsados. La sangre los baña en una orgia de horror y canibalismo. De pronto uno se detiene y me mira directo a los ojos. A pesar de que sus pupilas están vacías puede verme y olerme. Me tapo la boca para no gritar pero es demasiado tarde. Empieza una carrera desenfrenada donde yo soy el próximo objetivo. Uno de ellos se enreda con las entrañas y cae de boca al suelo. Luego de levantarse puedo ver como su cara queda hundida por el golpe, dejando entrever cartílago y hueso. Cuando me doy vuelta para correr empiezo a gritar desesperado y veo que la gente en la calle me mira asombrada. Estoy de vuelta en el presente.

La facilidad que tiene mi mente para viajar en el tiempo está haciendo que me vuelva loco. Nuevamente levanto mi mochila ante la mirada de atónita de la gente. Cuando me dispongo a irme escucho a un patrullero llegar a toda velocidad. Seguramente alertado por algún transeúnte horrorizado de mi espectáculo de sonambulismo temporal. Resignado espero a los policías. Estos se bajan apresuradamente del vehículo, pero para mi asombro no es a mí a quien buscan. Intentan atrapar a un individuo que está corriendo detrás de mí. Cuando me doy vuelta y lo veo mi corazón da un vuelco.

La persona que quieren atrapar tiene la boca llena de sangre y los ojos dados vuelta. Esta vestido con un traje de oficina manchado con sangre. Mientras los policías tratan de reducirlo esta persona los empuja con una fuerza casi sobre humana. Cuando los policías se caen veo que los ojos del zombie se fijan en mí. El horror me vacía el estomago al notar que se me abalanza para morderme… y finalmente lo logra.

Caigo al piso y empiezo a convulsionar. Siento como la temperatura de mi cuerpo baja rápidamente y mi sangre se congela. Mis pupilas desaparecen y mi mente se vacía. En un principio pienso que estoy en uno de mis viajes temporales pero ahora me doy cuenta que esto está pasando ahora. Mis músculos se contraen y vomito sangre. De pronto veo a un niño a unos metros y no me puedo contener. Corro hacia él como si mi vida dependiera de ello. El niño me mira aterrado y sabe que no tiene oportunidad. Mientras lo muerdo en el cuello, como un león a una gacela, veo de reojo como otros zombies recién convertidos se unen al festín. Me regocijo con el baño de sangre mientras otro zombie le arranca el brazo. El niño a pesar de las heridas emite un gemido aterrador. Cuando levanto la vista estoy cubierto de sangre ajena. Mientras otro zombie le saca las tripas yo miro hacia la esquina y veo una figura que esta parada mirándome horrorizado. Se tapa la boca para no gritar pero puedo oler su miedo. Esa persona soy yo.

Fin.

El Cuadro

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Hacia algunas semanas que Jonathan había comprado un cuadro. Este le había llamado mucho la atención. El mismo retrataba una persona de espaldas, sentada en un sillón leyendo un libro cerca de un hogar. Estaba rodeada por libreros atiborrados de libros. No se podía distinguir la persona, pero sí los libros en el librero y los detalles de luz y sombras reflejados por el hogar. También se podía distinguir un gran ventanal que daba hacia la oscuridad de la noche. A Jonathan le había llamo la atención, la similitud que tenía la habitación retratada con su biblioteca.

Al llegar a casa con su nueva adquisición no perdió mucho tiempo y lo colgó cerca de la puerta que daba al pasillo. Acomodó su sillón y empezó a observarlo como si estuviera hipnotizado. Era un cuadro extraño y lúgubre. Se podría decir que no era una obra de arte pero a Jonathan le fascinó casi de inmediato. Lamentablemente no estaba firmado por ningún autor y el anticuario no supo decirle de quien era originalmente.

Al anochecer, como era costumbre, Jonathan se dispuso para disfrutar de la lectura en su habitación preferida. Tenía un hermoso sillón individual, acompañado por una mesita donde apoyaba el brandy y una copa de vidrio. Encendió el hogar, lleno una medida de brandy y se dispuso a leer el libro que lo tenía atrapado hace varias semanas.

La noche era perfecta. Casi todo estaba en silencio salvo por los grillos y alguno que otro croar de sapos. Era época de lluvias así que probablemente se podía esperar alguno que otro chaparrón.

Casi instintivamente y sin darse cuenta, Jonathan detuvo su lectura cuando noto que los sonidos exteriores habían cesado por completo sin ninguna explicación. Ya no se escuchaban los grillos y los sapos habían detenido su concierto. Como si algo o alguien los hubiera interrumpido. Un escalofrió le recorrió la nuca. Al darse vuelta para ver si la puerta estaba abierta, noto algo que lo perturbo. Era el cuadro. Había algo ahí que no había distinguido la primera vez que lo había visto. En el lienzo, en la parte donde estaba dibujado el ventanal, se podía ver una sombra. Probablemente no lo distinguió la primera vez pero ahora que estaba mirándolo directamente noto una figura humana proyectada en la oscuridad del ventanal. Una coincidencia poco feliz le recordó que su propio ventanal daba a patio trasero y por el cual no se podía ver absolutamente nada. Trató de ajustar sus ojos a la oscuridad pero no vio nada. Casi como convenciéndose a si mismo cerró la puerta y volvió a su lectura.

Los grillos y los sapos en el exterior de la casa seguían en silencio, pero eso ya no le perturbaba a Jonathan. Simplemente quería terminar su lectura en paz. Al rato, la historia que recorría con su mente se detuvo, interrumpida por el sonido de un gato que parecía haber sido pisado por un camión. El sonido venia de afuera del ventanal y fue como un susto que se desvaneció casi tan rápido como vino. Jonathan se levantó alarmado y con algo de miedo se acerco para tratar de distinguir algo.

A su espalda la puerta seguía cerrada, sin embargo el cuadro parecía llamarlo para mostrarle alguna novedad que no había distinguido antes. Con la cautela del miedo, Jonathan se acercó al cuadro para ver algo que no había notado la primera ver, ni tampoco la segunda. La sombra que había aparecido ya no estaba más, sin embargo podía distinguir un dibujo de un gato muerto. Al verlo retrocedió casi instintivamente, no solo del susto, sino para entender si realmente estaba viendo lo que pensaba que estaba viendo. Juraba por Dios que eso no estaba la primera vez, ni tampoco la segunda. Los pensamientos lo mareaban y al volver al cuadro el gato muerto seguía allí. Jonathan se rascaba la cabeza para entender lo que no tenia explicación. Se volvió hacia la ventana y justo en ese segundo un relámpago iluminó todo el exterior de la casa. El horror le helo la sangre al ver el cuerpo de un gato muerto sobre el césped del patio. Un sentimiento de miedo y desconcierto lo hizo reaccionar. Un feroz trueno rompió el silencio y Jonathan tomo una linterna de emergencia. Con el pulso tembloroso iluminó lo que finalmente terminó siendo la cruda realidad. Un asqueroso cuerpo aplastado de un gato se encontraba tirado en el pasto. Se podía observar los detalles de sus ojos saliendo de las orbitas. Todavía tenía sangre que le brotaba de la boca y la masa encefálica se resbalaba por el césped. Los detalles del gato destrozado hicieron que Jonathan se descompusiera. Contuvo una arcada y se desplomo en el sillón para tranquilizarse. A pesar de leer muchos libros de sangre y gente descuartizada, no podía soportar ver cosas muertas en la vida real. Ni siquiera su propia sangre.

Tenía que sacarse esa imagen de la cabeza. Cerro la cortina de la ventana, lleno dos medidas de brandy y se las trago como si fuera agua. El alcohol hizo que Jonathan se olvidarse de la desagradable coincidencia entre el cuadro y el gato muerto. Al rato volvió a la lectura.

Se olvido de todo lo del mundo exterior, a medida que su mente buceaba por la historia del libro. Jonathan se encontraba nadando en un mar de letras y estaba muy cómodo. Lamentablemente otro evento lo despertó del sueño literario. Como en un Deja-vu, noto que el cuadro lo estaba llamando. Tenía la sensación de que algo andaba mal. Un sentimiento que le patio el estomago y no lo dejo leer mas. Con cuidado se levantó del sillón y giro la cabeza para mirar el cuadro. Afuera la lluvia caía copiosamente, pero adentro el horror había tomado forma de acuarela. Los ojos de Jonathan se horrorizaron cuando vieron que en el cuadro, una figura humana se asomaba desde afuera por la ventana. Nervioso y con un ataque de pánico se volvió a poner los anteojos para ver de cerca, a medida que se acercaba con cautela al cuadro. La figura del cuadro era una criatura putrefacta, como un cadáver recién resucitado después de estar muerto cien años. Los detalles de la acuarela del horror eran espantosamente minuciosos. La criatura tenía los ojos saltones, era pelada, sin embargo se notaba que la piel se le caía a pedazos. Tenía una mano casi sin carne apoyada en el vidrio como queriendo entrar. El otro personaje que estaba sentado leyendo en el sillón, de espaldas a la ventana, parecía ignorar su presencia. La criatura parecía tener las intenciones de querer devorar al lector, como en una película de terror. De pronto, un sonido que aterro a Jonathan, se escuchó sobre la ventana. Fue un golpe en el vidrio que duro un segundo. Lo suficiente para helar la sangre y detener los músculos. Jonathan se quedo inmóvil por un tiempo que parecía una eternidad. Se escondió detrás de un librero y se encomendó a Dios, para que lo que sea que estuviera afuera no le hiciera daño. Se escuchó otro golpe al vidrio, pero esta vez mucho más fuerte. Este hizo que Jonathan dejara de respirar escuchándose solo los latidos de su horrorizado corazón. Sin saber que hacer tomo la enciclopedia más grande que tenía a mano y se la apoyo en el pecho, esperando defenderse en caso de ser atacado. Otro golpe más fuerte hizo que las puertas de la ventana se abrieran de par en par. Las cortinas se levantaron como capas en el viento dejando pasar la fuerte lluvia a la habitación. Jonathan tenía los ojos cerrados del horror, pero con lo poco que le quedaba de valentía, entreabrió las rejas de sus pestañas para ver si podía distinguir algo. La ventana estaba abierta de par en par, pero no había ningún zombie esperando afuera. Como si hubiera ocurrido un milagro se persignó. El viento seguía, la lluvia rugía pero no había ninguna criatura. Jonathan exhaló aire y se dispuso a cerrar la ventana asegurando los pestillos. Casi sin mirar hacia afuera volvió a cerrar las cortinas pensando para sí mismo que todo era una pesadilla y que pronto iba a despertar.

Otro relámpago lo iluminó todo y el trueno que siguió hizo que las luces de toda la casa se apagaran. Todo estaba oscuro, excepto por la luz del hogar que seguía crepitando. Jonathan estaba agitado y le costaba respirar, producto de la adrenalina, que golpeaba su cabeza buscando una razón lógica a todo eso. En un acto de curiosidad tomo la linterna e iluminó el cuadro para ver si la criatura del lienzo seguía allí. Otro relámpago lo ilumino todo y durante ese segundo la vida de Jonathan pasó ante sus ojos. No podía creer lo que estaba viendo. En el cuadro la criatura de la ventana ya no estaba, sin embargo no había desparecido del todo. La misma se encontraba sentada en el sillón. Se le podía distinguir el cráneo sobresaliendo por sobre el respaldo. Tenía una mano huesuda sosteniendo un libro y en la otra una enorme hacha llena de sangre. Pero lo que más horror causaba, era notar que en el suelo, justo a los pies del sillón, había un cadáver decapitado. La sangre bañaba todo el piso. Otro relámpago ilumino toda la habitación, y Jonathan, con lágrimas en los ojos, pudo notar que aquella cabeza en el lienzo tenía las mismas facciones que él. El trueno que prosiguió al relámpago hizo que su estomago se encogiera del miedo. Jonathan se acurrucó en las sombras de la pared, para tratar de ocultarse del horror. Cuando poso la vista sobre el sillón notó que ya no estaba vació. Alguien estaba sentado allí. La curiosidad pudo más que el miedo y Jonathan se acercó para ver quién era. Lo que encontró allí sentado no era humano, o por lo menos lo fue hace ya mucho tiempo. Era un cadáver putrefacto por donde se lo mirara. Estaba vestido con harapos y supuraba pus con gusanos del ojo izquierdo. El miedo se mezclo con el asco al notar que la criatura poso sus ojos en Jonathan. Esta tomo su enrome hacha y se abalanzó contra él. Jonathan cayó al suelo y de milagro no fue alcanzado por el filo del hacha. La misma se quedo atascada en el piso y la criatura, a pesar de ser el 90% carne podría y huesos, tenía la fuerza de un hombre corpulento. Inmediatamente la destrabo del suelo. Jonathan sabía que si esto seguía su curso iba a terminar como ese cadáver en la pintura. Trató de jugar a las escondidas con el zombie, ocultándose entre los libreros, pero la criatura olía el miedo. Esta tenía la parte inferior de la mandíbula quebrada y lo que le quedaba de la lengua la tenia colgaba como un trapo viejo. Cuando la criatura encontró a Jonathan, éste le tiro la enciclopedia que tenía encima. Con un alarido parecido a un cerdo agonizante, el zombie cayó al suelo. Del golpe su brazo izquierdo se desprendió y quedo a unos metros. Jonathan estaba horrorizado. La criatura se volvió a incorporar con dificultad. Lo que más daba repulsión, era ver como el brazo se arrastraba por el suelo como si tuviera vida propia. Ambos estaban buscando desesperadamente a su víctima. Jonathan sin querer se apoyo en la pared y tiro el cuadro al suelo. Instantáneamente la criatura se volvió a caer, dejando desprender su cabeza del resto del cuerpo. En un segundo de inspiración, Jonathan se dio cuenta que había una conexión entre el cuadro y la criatura. Sin perder tiempo la criatura se volvió a incorporar, esta vez sin su cabeza. El cuerpo y el brazo buscaban ciegamente a su víctima, mientras la cabeza le gruñía órdenes. Jonathan se encogió en un rincón cerca del hogar y tomo el cuadro con las dos manos. En un impulso lo tiro al fuego. Inmediatamente el torso, la cabeza y el brazo, empezaron a prenderse fuego retorciéndose del dolor. Jonathan respiro mas aliviado mientras veía que sus captores se consumían en llamas. Lamentablemente el torso, en  su frenesí para sacarse el fuego, cayó sobre un librero. Este se prendió fuego junto con las cortinas. Finalmente un carnaval de fuego tomo toda la habitación como rehén. La puerta y la ventana estaba obstruidas por el fuego y Jonathan no podía escapar. Se tapo la boca con las hojas de un libro pero era imposible respirar. Las llamas lo consumieron de a poco. Empezaron por consumirle las piernas mientras Jonathan emitía alaridos de dolor. En pocos segundos se le metieron por la garganta, consumiéndolo por dentro. Al rato Jonathan había sido transformado en un pedazo de carne sobrecosido. A las horas toda la casa estaba en llamadas.

Cuando llegaron los bomberos no pudieron mucho. Apagaron lo que quedo del incendio. Este había dejado la casa en cenizas. No pudieron encontrar nada de cuerpo de Jonathan, ni siquiera su dentadura. Lo único que sobrevivió al incendio fue un cuadro. En él se podía distinguir una persona que estaba sentada en un sillón leyendo un libro, mientras la habitación era consumida por el fuego.

Fin.

Evolución

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Evolucion-del-Hombre

Evolución
David era un militar condecorado y había sido seleccionado específicamente para esta misión. Cuando lo introdujeron en la capsula temporal le dieron las últimas indicaciones y le desearon suerte. Su misión era realizar el primer viaje temporal hecho por el hombre al período Triásico. El viaje consistía en transportar materia usando un puente de Einstein-Rosen. La capsula y su contenido eran divididos en átomos y transportados por este puente hasta su destino.
El conteo final llego a cero y el evento espacio temporal inició, chupando a David y a su capsula hacia el otro lado del puente. El viaje no duro mucho pero el cimbronazo era casi insoportable. Cuando la computadora le informó que había llegado al destino David miró por la ventana de la escotilla. Su corazón dio un vuelco al notar que al rededor de la capsula ya no veían los artefactos del laboratorio, sino que estaba rodeado completamente por vegetación. Recordando su entrenamiento David tomo su computadora personal y se dispuso a salir para explorar el mundo exterior. Un primer análisis de la atmósfera confirmó que estaba en el periodo correcto. Su corazón saltaba de alegría. Un análisis a un helecho que se encontraba cerca, confirmo que pertenecía al periodo Triásico. Mientras David seguía maravillado por la situación, notó que algo lo estaba observando entre los arbustos. Era un teriodonto. Casi inmediatamente el animal se acerco peligrosamente a él y le mostró sus monumentales dientes. David trago saliva. Alertado por la situación trato de huir, pero la bestia se abalanzó hacia él para atacarlo y lo tumbó. David estaba desesperado y no pudo evitar que la criatura le abriera el casco. El instinto hizo que pudiera tomar al animal por el cuello y tirarlo hacia un costado. El cambio de respirar oxigeno artificial, a respirar oxigeno del Triásico lo había dejado atontado. Inmediatamente la bestia tomo carrera para su segunda estocada. David seguía tratando de recuperarse mientras la bestia trataba comerle los ojos como caramelos. En medio del forcejeo David contuvo a la criatura evitando que le comiera la cara, sin embargo algo le jugó una mala pasada. En un acto reflejo convulsivo David estornudó, ocasionando que la bestia se asustara y saliera disparada hacia la dirección contraria. Sin perder tiempo David se dispuso a volver a la capsula maldiciéndose por lo sucedido. Nervioso se dispuso a programar el viaje de vuelta. – ¡Maldición! – repetía una y otra vez. Luego de obtener los códigos de confirmación la computadora se dispuso a hacer el conteo numérico.
Al finalizar, sus moléculas se dividieron y la materia volvió a pasar por el puente temporal. Todo fue rápido e instantáneo. Todos los sistemas estaban funcionando y la computadora había confirmado que habían llegado a destino Sin embargo al abrir la capsula noto algo extraño. Probablemente algún problema con los cálculos del viaje habían hecho que la computadora equivocara la fecha, porque se encontraba al aire libre. Definitivamente no era el mismo lugar desde donde había partido. Se veía diferente y olía diferente. Trato de hacer un esfuerzo para ver pero su vista estaba nublada por el viaje. Un grupo de personas lo esperaban afuera.
–Hola ¿Ustedes trabajan para el ejercito? – Les preguntó.
Lo que obtuvo de respuesta le heló la sangre. No fue un “Si” en su idioma, sino que escuchó una serie de chasquidos y chillidos incomprensibles. Era un sonido gutural. Cuando David pudo ver con más claridad se tuvo que tapar la boca para evitar un alarido de horror. Las “personas” que lo estaba observando no eran humanas, sino que eran seres amorfos parecidos a reptiles que caminaban sobre sus patas traseras. Eran como dinosaurios evolucionados. Uno tenía una especie de anteojos que le cubrían sus enormes y viscosos ojos. Sus pieles eran verdes y duras. Tenían bocas llena de dientes afilados como tiburones. Las criaturas no parecían querer hacerle daño. Cuando pudo ver con más detenimiento, notó que parecían tenerle el mismo asco y repulsión que ellas le causaban a él. Vio con asombro que varias se tapaban la boca con sus cuatro manos, como queriendo esconder el horror. David no podía creer lo que estaba viendo. Definitivamente algo malo había pasado en su viaje temporal. Con el poco valor que le quedaba se encerró en la capsula encomendándose a Dios. Por su mente se le cruzaron mil teorías para explicar lo inexplicable. De pronto, como una patada, el recuerdo del estornudo lo despertó. ¿Y si el estornudo sobre el teriodonto hubiera ocasionado una interrupción en la escala evolutiva? Probablemente algún germen pudo haber diezmado a los primeros mamíferos haciendo que los reptiles evolucionaran como la raza dominante del planeta. La teoría le revolvía el estomago.
Inmediatamente programó la computadora para volver al Triásico. David sabía que tenía que programarla para llegar unos minutos antes de su primer viaje, y así evitar el desastre ecológico-evolutivo. La voz metálica comenzó el conteo mientras los “saurio” humanos se apelotonaban fuera de la capsula. Estaban asombrados por el “homo sapiens” que se encontraba adentro. El conteo llego a cero y de pronto volvió a divisar la inmensa selva que había visto en el primer viaje. Eso lo calmo un poco. Salió de la capsula y con todas sus fuerzas se dispuso a moverla para evitar que colisione con la que estaba por aparecer. Al cabo de unos instantes vio como la capsula del primer viaje se materializaba ante sus ojos. Para evitar el incidente, no se le ocurrió mejor idea que golpear la capsula haciendo ruidos feroces para asustar a su “primer” yo. Decidido, tomo un palo y empezó a golpear haciendo ruidos de monstruos prehistóricos. Por suerte, el circo surtió efecto, porque casi inmediatamente pudo escuchar como el conteo de la computadora antecedió a la desmaterialización de la capsula. Agotado se sentó en el suelo e inconscientemente saco el casco para poder respirar. Sintió un zumbido cerca del oído pero no le prestó atención. Luego de meditarlo varios minutos decidió emprender el viaje de vuelta. Programó la computadora para volver a casa y terminar con esa pesadilla.
Al finalizar el viaje pudo ver por la ventana de la capsula parte del laboratorio. Se encontraba más mareado que de costumbre y por algún motivo desconocido le costó mucho abrir la escotilla. La alegría le lleno el corazón cuando divisó seres humanos. La evolución había sido restaurada. Sin embargo notó en los rostros de sus compañeros que algo no andaba bien. Cuando trató de salir de la capsula se desplomó. Escuchó alaridos de terror. Estiró el brazo para reincorporarse pero notó que no era su brazo sino otra cosa. Este se había convertido en una especie de extremidad llena de vellos sensibles. El miedo le lleno el corazón. Su pecho era negro lleno de extremidades velludas. Trato de gritar pero no pudo porque su boca no estaba más. En su lugar tenía un largo tubo venoso rodeado por dos antenas. En ese instante giro su enorme cabeza 180 grados hacia el monitor de la computadora y con uno de sus miles de ojos, vio con horror, el último mensaje en la pantalla.
“ORGANISMO NO HUMANO DETECTADO. FUSIÓN MOLECULAR COMPLETA AL 100%”

Fin.